Trabajadorxs de la cultura en la cuerda floja (Parte ll)


Lo que la pandemia se llevó (o trajo) 

En la primera parte de este texto nos hemos extendido en los síntomas que dividen a lxs trabajadorxs de cultura y hemos señalado los puntos de convergencia entre rubros, a lo que queremos apuntar con lo siguiente es a continuar pensando las formas que puede adoptar la unidad para la lucha. Para hacerlo, reponemos una memoria de algunos acontecimientos que tuvieron lugar en el marco de la pandemia. 

A menos de dos semanas de comenzado el ASPO (aislamiento social preventivo y obligatorio), la agrupación Monotributistas Organizadxs (de ahora en adelante “MO”), de la que algunxs trabajadorxs de la cultura hemos participado activamente, se encontraba todavía a la espera de una reunión prometida por parte del Ministerio de Trabajo, reunión que iba a producirse producto de una serie de manifestaciones llevadas a cabo en contra del brutal aumento del 51% del monotributo. 

Antes de que el Estado pudiera anunciar la convocatoria para el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia), MO hizo público un petitorio por un Seguro de desempleo para trabajadorxs independientes que incluía la exención del pago del Monotributo durante lo que dure la emergencia sanitaria y la cobertura de salud inmediata e irrestricta de parte de las obras sociales, que fue firmado por más de 50 mil personas y elevado a las autoridades, dando que hablar en numerosas notas periodísticas. 

Una vez lanzado el IFE, esta agrupación denunció su corto alcance, sus requisitos restrictivos y su monto insuficiente. Durante el mes de Abril, varias agrupaciones hicieron suyo el reclamo. Algunas con años de construcción previos a la pandemia, otras nacientes con ella, cada una abarcando un rubro en particular del amplio espectro de la cultura: Actuemos, Musicxs organizadxs, TAP (Trabajadorxs audiovisuales precarizadxs), Asamblea de trabajadorxs de la Cultura Conurbano Sur y Asamblea de trabajadorxs de fotografía, luego de varias asambleas virtuales de cada una de estas, se congregaron en una Asamblea Nacional de Trabajadorxs de la Cultura, uniéndose en un reclamo común por un Salario de Emergencia de $30.000, la exención del pago del monotributo durante lo que dure la pandemia y el impuesto a las OTTs a través de un proyecto de Ley; reclamos llevados a cabo tanto en campañas virtuales como en manifestaciones presenciales. Es de destacar que las asambleas fueron principalmente federales, nutriéndose de voces que venían de varias provincias y compañerxs que se acercaron espontáneamente.
Curioso fue que, a medida que avanzaba la crisis, otros agrupamientos comenzaron a surgir como lo fue el Encuentro Nacional de Artistas y Trabajadorxs de la Cultura y la Red de Trabajadorxs Precarizadxs con prácticamente los mismos planteos y reivindicaciones que las asambleas anteriormente mencionadas; un poco más tarde, han ido apareciendo colectivos y agrupamientos feministas que se han empezado a cuestionar la falta de respuestas por parte de los organismos estatales. En el caso del cine, algunas que podemos mencionar son: Mujeres audiovisuales de Argentina (MUAA), Frente Audiovisual Feminista Federal (FAFF), el colectivo Acción, cuyos reclamos continuaron estando enfocados principalmente en la paridad de género en los concursos estatales para la producción cinematográfica, en apariencia sin ánimo de disputa con el gobierno de turno. Tampoco faltó la carta abierta de Actrices Argentinas que, sorpresivamente, a casi cinco meses de comenzada la crisis pandémica, se compararon con trabajadores golondrina, declaración que fue repudiada por derecha y por izquierda. Aparecieron otros tantos colectivos que produjeron y pusieron a circular un tarifario (en el caso de las artes visuales) que promueven el rechazo a todo trabajo no-remunerado, es el caso del TAV (Tarifario de Artes Visuales) iniciativa lanzada por AVAA (Artistas Visuales Autoconvocades Argentina). Paralelamente, trabajadorxs de la danza y el teatro organizadxs en distintos colectivos y produjeron una campaña en redes sociales #EmergenciaCultural, exigiendo la sanción de una Ley de Emergencia Cultural (elaborada por el diputado macrista Lipovetzky) a ser aplicada a nivel nacional, que contendría el pago de una asistencia de emergencia excepcional hasta fin de año. También han aparecido, como se había hecho costumbre durante el macrismo, cantidad de pequeñas redes destinadas a la difusión de emprendimientos y servicios producidas por quienes se quedaron sin trabajo en relación de dependencia durante la pandemia. Seguramente hay muchos más colectivos y agrupamientos que no estamos mencionando que hayan cumplido su rol, sepan disculpar las limitaciones de esta nota y sean bienvenidxs a sumar sus aportes.  

Celebramos la iniciativa de las primeras asambleas mencionadas, en las cuales hemos participado, congregandonos en la Asamblea nacional de trabajadorxs de la cultura. Sin embargo, nos preocupa la continuidad de su carácter fragmentario. Tanto en la Asamblea como en el Encuentro, hubo votaciones a favor de la unidad en la lucha con todos aquellos sectores que se organicen como precarizadxs. Pero lo votado, como las leyes, son letra muerta hasta que demuestren lo contrario en la práctica. Se pudo observar el sectarismo en la presentación de seis o siete volantes diferentes para el llamamiento de la primera marcha realizada en conjunto. Por eso algunxs hemos insistido en que más que una unidad de acción, es vital promover la unidad en la lucha: una coordinadora de trabajadorxs precarizadxs que trascienda los límites de la cultura. La iniciativa fue votada, pero nunca puesta en práctica, y las asambleas prontamente estancadas, con los grupos de whatsapp sumidos en el silencio.
Agotados los esfuerzos en la militancia por una Ley cuya estrategia y letra no fue abiertamente expuesta en las asambleas para su discusión, la organización que venía gestándose se vio detenida más o menos al mismo tiempo que se publicó la convocatoria a la Beca Sostener Cultura ll. Aunque quienes nos pronunciamos en las asambleas lo hicimos en carácter de trazar alianzas para la unidad con nuestras mejores intenciones, no podemos dejar de sospechar lo inefable: ¿Por qué, si se somete a votación una Ley que será parte de las reivindicaciones mínimas de un colectivo, no se explica detalladamente su letra? ¿Por qué no se pone sobre la mesa cuáles son los apoyos parlamentarios necesarios para la aprobación de dicha ley? Todo esto promueve la sospecha: ¿es viable la aprobación de la Ley como tal o es que estas asambleas son meros órganos del partido para captar militantes, y la ley una excusa? Tenemos aún la voluntad y la necesidad de coordinar una lucha con todxs quienes se organicen, siendo capaces de coordinar más allá de nuestras diferencias políticas, una lucha unificada por la conquista de nuestros derechos como trabajadorxs. Para semejante tarea se requiere además de voluntad, honestidad política. 

¿Qué sería una coordinadora de trabajadorxs precarizadxs?

La propuesta de una coordinadora de trabajadorxs precarizadxs tuvo (tiene, en tanto haya lugar para plantearla) el fin de acabar de una vez por todas con la separación entre “artistas” y trabajadores, capitalizando el desfavorable contexto que nos empuja a reconocernos más que nunca como trabajadorxs precarizadxs. A corto plazo, el objetivo de una coordinadora tendría como fin unificar a todas las organizaciones (nuevas o viejas, de toda corriente política) en un reclamo único por los $30.000 como salario de emergencia (o la consigna principal que se presente como urgente en el futuro), al mismo tiempo que sumar cada vez más compañerxs a la organización general y a las filas de cada sector en particular, entendiendo que la fuerza para golpear está en nuestro número. 

A largo plazo, la creación de una coordinadora implicaría darse la tarea de discutir cuál es la mejor manera de llevar a cabo la organización sindical de todxs lxs trabajadorxs precarizadxs, entendiendo que los Sindicatos que hoy existen han quedado obsoletos, restringiendo su escueta participación a lxs trabajadorxs registrados. Parafraseando el viejo proverbio comunista, la organización de lxs trabajadorxs sólo puede ser obra de lxs trabajadorxs mismxs. Las bases de un potencial sindicato paralelo que reúna a todos los oficios de la cultura tiene que ser pensado, diseñado, debatido y organizado por nosotrxs. 

Nunca está de más recordar que quienes están del otro lado del mostrador son menos en cantidad, pero tienen el poder de poseer las condiciones materiales que nos mantienen divididxs. No se trata de un juego de buenos y malos, mantenernos des-unidos, en la marginalidad de todo convenio y trabajando gratuitamente o por chirolas es la manera que tienen los dueños del capital de asegurarse el crecimiento continuo de sus ganancias a costas de nuestra creciente miseria. Por eso decimos: lo que la patronal desune, la organización tiene que unirlo. Mientras no nos demos esta instancia, seremos cada vez más quienes pasemos a las filas de los bolsones de comida, resignadxs a que no se puede hacer nada o a la espera de que lo hagan otrxs. 

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